Una experiencia viviente
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no ha de estorbarlos ni hará de su vida religiosa una vida de afán
que no satisface. No; el yugo de Cristo ha de ser el medio preciso
por el cual la vida cristiana ha de llegar a ser una vida de placer y de
gozo. El cristiano se sentirá gozoso al contemplar lo que el Señor
ha hecho al dar a su Hijo unigénito para que muriese por el mundo,
“para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”
La lealtad a Cristo
Aquellos que se hallan bajo la ensangrentada bandera del prínci-
pe Emanuel deberían ser fieles soldados del ejército de Cristo. Nunca
deberían ser desleales, nunca infieles. Muchos de los jóvenes se ofre-
cerán voluntariamente para ponerse de parte de Jesús, Príncipe de
la vida. Pero si quieren continuar de parte de él, deben contem-
plar constantemente a Jesús, su Capitán, a la espera de sus órdenes.
No pueden ser soldados de Cristo, y no obstante comprometerse
en la confederación de Satanás ayudándolo, pues entonces serían
enemigos de Cristo. Traicionarían cometidos sagrados. Formarían
un eslabón entre Satanás y los verdaderos soldados, de modo que me-
diante estos agentes vivientes, el enemigo trabajaría constantemente
para hurtar los corazones de los soldados de Cristo.
Os pregunto, queridos jóvenes que profesáis ser soldados de
Jesucristo: ¿Qué batallas habéis peleado? ¿Cuáles han sido vuestros
combates? Cuando la Palabra de Dios os ha revelado claramente
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vuestra obra, ¿habéis rehusado hacerla porque no convenía a vuestras
inclinaciones? ¿Os ha seducido la atracción del mundo apartándoos
del servicio de Cristo? Satanás se ocupa en idear atractivos engaño-
sos, y por la transgresión en lo que parece ser de poca importancia os
aparta de Jesús. Luego presenta seducciones mayores para alejaros
completamente de Dios.
Podéis tener vuestros nombres escritos en los libros de la iglesia
y llamaros hijos de Dios, y no obstante vuestro ejemplo, vuestra
influencia, representan falsamente el carácter de Cristo, y hacéis que
otros se aparten de él. No hay felicidad, paz ni gozo para un creyente
profeso que no esté alistado con toda el alma en la obra que el Señor
le ha dado para hacer. Lleva constantemente el mundo a la iglesia,
Juan 3:16
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