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Capítulo 78—El poder de la oración
Fue en el monte con Dios donde Moisés contempló el modelo
de aquel edificio maravilloso que había de ser morada de la gloria
divina. Es en el monte con Dios—el lugar secreto de comunión—,
donde hemos de contemplar su glorioso ideal para la humanidad.
Así seremos habilitados para dirigir de tal manera la edificación de
nuestro carácter que se realice para nosotros la promesa: “Habitaré y
andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”
Mientras
atendemos a nuestros quehaceres diarios, deberíamos elevar el alma
al cielo en oración. Estas peticiones silenciosas suben como incienso
ante el trono de gracia y los esfuerzos del enemigo quedan frustrados.
El cristiano cuyo corazón se apoya así en Dios, no puede ser vencido.
No hay malas artes que puedan destruir su paz. Todas las promesas
de la Palabra de Dios, todo el poder de la gracia divina, todos los
recursos de Jehová están puestos a contribución para asegurar su
libramiento. Así fue como anduvo Enoc con Dios. Y Dios estaba
con él, sirviéndole de fuerte auxilio en todo momento de necesidad...
En contacto con el infinito
La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espi-
ritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de gracia, y
conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al co-
razón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece
los tendones y músculos de la experiencia religiosa. Descuídese el
ejercicio de la oración, u órese espasmódicamente, de vez en cuan-
do, según parezca propio, y se perderá la relación con Dios. Las
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facultades espirituales perderán su vitalidad, la experiencia religiosa
carecerá de salud y vigor...
Es algo maravilloso que podamos orar eficazmente; que seres
mortales indignos y sujetos a yerro posean la facultad de presentar
sus peticiones a Dios. ¿Qué facultad más elevada podría desear el
2 Corintios 6:16
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