Capítulo 108—La fidelidad en los deberes
domésticos
El deber más sublime que incumbe a las jóvenes es el que han
de cumplir en sus propios hogares, al beneficiar a sus padres, her-
manos y hermanas con afecto y verdadero interés. Allí es donde se
puede manifestar abnegación y olvido propio, al cuidar a los demás
y actuar en su favor. Nunca degradará este trabajo a una mujer. Es el
cargo más sagrado y elevado que ella pueda ocupar. ¡Qué influencia
puede ejercer una hermana sobre sus hermanos! Si ella vive correc-
tamente, puede determinar cuál será el carácter de sus hermanos.
Sus oraciones, su amabilidad y su afecto pueden valerle mucho en
una familia.
Hermana mía, estas nobles cualidades no pueden comunicar-
se a otras mentes, a menos que existan primero en la propia. El
contentamiento de espíritu, el afecto, la amabilidad y la alegría del
genio que manifieste a todo corazón le devolverán lo que Ud. dé
a los demás. Si Cristo no reina en el corazón, habrá descontento
y deformidad moral. El egoísmo requerirá de los demás lo que no
estamos dispuestos a darles.
No son solamente las obras y las batallas grandes las que prueban
el alma y exigen valor. La vida diaria causa perplejidades, pruebas
y desalientos. Es el trabajo humilde el que con frecuencia exige
paciencia y fortaleza. Se necesitará confianza propia y resolución
para afrontar y vencer todas las dificultades. Asegúrese de que el
Señor esté con Ud., para que sea en todo lugar su consuelo.—
Joyas
de los Testimonios 1:296, 297
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