Capítulo 138—Principios guiadores
El Corazón pertenece a Jesús. El ha pagado un precio infinito
por el alma, e intercede ante el Padre como nuestro Mediador, y
ruega, no como un peticionante, sino como un conquistador que
reclama lo que le pertenece. Es capaz de salvar hasta lo sumo, pues
intercede constantemente por nosotros. El corazón joven es una
ofrenda preciosa, el don más valioso que puede presentarse a Dios.
Todo lo que sois y toda la habilidad que poseéis proceden de Dios,
como un legado sagrado que debe devolverse como ofrenda santa
y voluntaria. No podéis dar a Dios nada que él no os haya dado
primero. Cuando se entrega el corazón a Dios, se le da, pues, un don
que él ha comprado y le pertenece.
Hay muchas cosas que exigen que la juventud les dedique su
tiempo, sus afectos y su fuerza. Satanás reclama a los jóvenes como
su propiedad, y un vasto número le entrega toda la capacidad y el
talento que posee. El mundo reclama el corazón, pero el corazón
pertenece a Aquel que lo redimió. Si es entregado al mundo, se
llenará de cuidados, de pena y de esperanzas defraudadas; se tornará
impuro y corrompido. La entrega de los afectos y el servicio de
vuestro corazón al mundo sería la peor clase de robo, pues tales
cosas pertenecen a Dios. No podéis dedicar con provecho vuestro
corazón a la búsqueda de los placeres.
El enemigo de la justicia tiene preparada toda clase de placeres
para los jóvenes de cualquier condición de vida; y estos placeres no
atraen solamente en las ciudades populosas sino en cualquier lugar
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habitado por seres humanos. Satanás se complace en tener a los
jóvenes como soldados en sus filas. El archienemigo sabe bien qué
material tiene que manejar, y ha desplegado su sabiduría infernal
para idear para la juventud costumbres y placeres que separen sus
afectos de Jesucristo...
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