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Mensajes Para los Jóvenes
Quizá sean los hijos de padres observadores del sábado, que
han tenido gran luz que han sido objeto de la más tierna solicitud,
los que dejen una herencia vergonzosa, los que siembren viento y
recojan torbellino. En el juicio, los nombres de los que han pecado a
despecho de una gran luz, se hallarán escritos con los de los que estén
condenados a estar separados de la presencia del Señor y de la gloria
de su poder. Se perderán y serán contados entre los despreciadores
de la gracia de Cristo.
Preferiría ver a mis hijos en el sepulcro, antes que verlos tomar el
camino que conduce a la muerte. El hecho terrible de que yo hubiera
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alimentado hijos para que pelearan contra el Dios del cielo, para que
engrosaran las filas de los apóstatas en los últimos días, para que
marcharan bajo la negra bandera de Satanás, sería ciertamente para
mí un pensamiento horroroso.
Se necesita valor moral
Nuestros jóvenes hallarán tentaciones por todas partes, y deben
ser educados de tal modo que dependan de un poder y una enseñan-
za superiores a los que pueden dar los mortales. Por todas partes
hay despreciadores de nuestro Señor que habitualmente arrojan su
menosprecio contra el cristianismo. Lo llaman juguete de niños
inventado para embaucar la credulidad de los ignorantes.
Los que no tienen poder moral, no pueden defender la verdad;
no tienen valor para decir: “A menos que cese esta conversación, no
puedo permanecer en su presencia. Jesús, el Redentor del mundo,
es mi Salvador; en él se concentra mi esperanza de vida eterna”.
Pero es exactamente el modo de hacerlos callar. Si argüís con ellos,
tendrán argumentos para haceros frente y nada de lo que digáis
los conmoverá, pero si vivís para Cristo, si sois firmes en vuestra
fidelidad al Dios del cielo, haréis por ellos lo que los argumentos
no pueden hacer y por el poder de la piedad los convenceréis de la
falacia de sus doctrinas.
No hay espectáculo más triste que el que dan los que han sido
comprados por la sangre de Cristo, los que han sido dotados de
talentos con los cuales glorificar a Dios, al burlarse de los mensajes
que generosamente les han sido enviados en el Evangelio, al negar
la divinidad de Cristo, y al confiar en su razonamiento finito y en