Página 101 - El Ministerio M

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El deber de la veracidad
El médico no debiera por ningún motivo suponer que puede
prevaricar. No siempre es seguro y mejor expresar ante un inválido
toda la extensión del peligro que corre. No es indispensable presentar
la verdad completa en todas las ocasiones, pero nunca diga una
mentira. Si para el bien del inválido es importante no alarmarlo,
porque eso podría resultar fatal para él, no le mienta...
La fe y los principios religiosos se han deteriorado, se han mez-
clado con costumbres y prácticas mundanas, y por eso la religión
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pura y sin contaminación es escasa. El alma, el alma preciosa, es
de gran valor, y debe emblanquecerse en la sangre del Cordero. La
fortaleza y la gracia de Dios se proveyeron al costo de un sacrificio
infinito para que usted pueda ganar la victoria sobre las sugestiones y
tentaciones de Satanás, y salir de la prueba sin contaminación, como
lo hicieron José y Daniel. Dejemos que la vida, el carácter, sea el
argumento más poderoso para el cristianismo, porque en esta forma
todas las personas serán compelidas a tomarlo en cuenta a usted
y reconocer que ha estado con Jesús y que ha aprendido de él. La
vida, las palabras y el comportamiento constituyen el argumento más
definido y la apelación más solemne para los que son descuidados,
irreverentes y escépticos...
Todos ustedes necesitan una religión viva para poder ser testigos
de Dios y proclamar a los enfermos la realidad de que el pecado
siempre va seguido por el sufrimiento; y a la vez que combaten el
dolor y el sufrimiento debieran explicarles claramente lo que ustedes
saben que es la causa real, y el remedio: “No peques más”, y dirigir
su atención hacia el Salvador que perdona los pecados.—
Manuscrito
4a, 1885
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