A un joven médico desanimado
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misioneros designados por el Señor, que siempre colocará su servicio
en primer lugar.
Dé lo mejor a Cristo
No permita que nada perturbe su paz. Entregue los afectos más
santos del corazón a Aquel que dio su vida para que usted pudiera
encontrarse entre las familias redimidas en los recintos celestiales.
Luchar por la corona de la vida no le causará insatisfacción ni
disminuirá su utilidad. El Gran Maestro desea reconocerlo como su
mano ayudadora. Él pide su cooperación. ¿No le dará usted todo lo
que tiene y lo que es? ¿No consagrará sus talentos a su servicio?
Esta vida es su tiempo de siembra. ¿No se comprometerá usted
con Dios para que su semilla sembrada no produzca maleza, sino
una cosecha de trigo? Dios obrará con usted: aumentará su utilidad.
Le ha confiado talentos que con su poder usted puede usar para
producir una valiosa cosecha.—
Carta 228, 1903
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