El médico como observador del sábado
Cristo era prácticamente un adventista del séptimo día. Él fue
quien llamó a Moisés para que subiera al monte donde recibió ins-
trucciones para su pueblo... Cristo, con imponente magnificencia,
dio a conocer la ley de Jehová, y promulgó entre otros mandamien-
tos, el que sigue: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”.
Hermano mío, usted no ha atribuido al sábado la santidad requerida
por Dios. La irreverencia se ha introducido y ha dado un ejemplo
que Dios no aprueba. Él no es honrado ni glorificado. Siempre habrá
deberes que tendrán que realizarse en el día sábado para aliviar el
sufrimiento de la humanidad. Esto es correcto y está de acuerdo
con la ley de Aquel que dice: “Misericordia quiero, y no sacrificio”.
Pero existe en esto el peligro de caer en una actitud descuidada, y
de hacer lo que no es realmente indispensable efectuar en el sábado.
Se viaja innecesariamente en sábado, y hay muchas otras co-
sas que debieran dejarse sin hacer. “Presta atención a todos tus
caminos—dice el Señor—no sea que quite mi Espíritu Santo debido
a la floja consideración que has dado a mis preceptos”. “Acuérdate
del día de reposo para santificarlo”. No descuiden la exhortación
a recordar. No olviden descuidadamente que “seis días trabajarás,
y harás toda tu obra”. Durante este lapso deberán llevarse a cabo
todos los deberes necesarios para efectuar los preparativos para el
sábado.—
Carta 51, 1901
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