La parte de Cristo y la nuestra
La obra del Salvador de servir a la humanidad doliente siempre
se combinó con su ministerio de la palabra. Él predicó el evangelio
y curó las dolencias por el mismo gran poder. Él hará lo mismo hoy;
pero debemos cumplir nuestra parte para poner a los enfermos en
contacto con el Poderoso Sanador. El Salvador dejó los atrios de
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gloria y vino a nuestro mundo para soportar la tentación y resistir el
mal, a fin de que el hombre tuviera poder para asirse de su fortaleza.
El alma que se allega a Cristo por la fe viviente recibe su poder y es
curada de su enfermedad.
Hoy estamos combinando la obra de ministrar y de sanar como
nunca lo hemos hecho antes. Trabajamos para educar a nuestro
pueblo a tratar la enfermedad del cuerpo, a recuperar la salud y a
mantenerse bien cuando se ha restaurado.—
Manuscrito 95, 1908
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