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El Ministerio Médico
cuerpos y almas... hablan con frecuencia jactanciosamente de sus
conocimientos y proezas. Ellos necesitan conocerse mejor; entonces
serían más inteligentes en el cumplimiento de sus deberes y com-
prenderían que en todo departamento donde tengan que trabajar,
deben poseer una disposición voluntaria, un espíritu ferviente y un
celo cordial y abnegado al tratar de hacer bien a otros. No estudiarán
la mejor forma de preservar su dignidad, sino que por un espíritu
servicial y cuidadoso conquistarán una reputación de esmero y exac-
titud, y por un ministerio lleno de simpatía ganarán el corazón de
cada persona a quien sirvan.
En la profesión médica hay muchos escépticos y ateos que exal-
tan las obras de Dios por encima del Dios de la ciencia. Son compa-
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rativamente pocos los que ingresan en las facultades de medicina del
mundo y salen puros y sin mancha. No se elevaron, ni ennoblecie-
ron, ni santificaron. Las cosas materiales eclipsaron las celestiales
y eternas. Muchos mezclan la fe y los principios religiosos con las
costumbres y prácticas del mundo, y escasea la religión pura y sin
mancha. Pero cada estudiante puede ingresar en la facultad con la
misma firmeza y resolución con que Daniel ingresó en la corte de
Babilonia, y mantenerse íntegro durante toda su carrera.
La victoria
La fuerza y la gracia de Dios han sido provistas al costo de un
sacrificio infinito, para que los hombres puedan vencer las sugestio-
nes y tentaciones de Satanás, y salir sin contaminación. La vida, las
obras y el comportamiento son el argumento más poderoso y solem-
ne para los negligentes, irreverentes y escépticos. Sean la vida y el
carácter un enérgico argumento en favor del cristianismo; entonces,
los demás se verán obligados a reconocer que uno ha estado con
Jesús y ha aprendido de él.
No se dejen engañar los estudiantes de medicina por las tram-
pas del diablo ni por ninguno de sus pretextos arteros que tantos
adoptan para engañar y entrampar. Manténganse firmes y fieles a
los principios. Pregunten a cada paso: “¿Qué dice el Señor?” Digan
firmemente: “Seguiré la luz. Honraré y respetaré la Mejestad de la
verdad”.