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El Ministerio Médico
quebranten las barreras contra el pecado, Satanás lo vencerá con
tentaciones especiosas. Habrá una mancha en su carácter, que por su
mala influencia amoldará a otros. La parálisis moral del pecado no
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sólo destruirá el alma del que se aparte de los principios estrictos,
sino que tendrá poder para reproducir en otros el mismo mal.
Sed constantes
No es seguro ser cristianos ocasionales. Debemos ser siempre
semejantes a Cristo en nuestras acciones. Entonces, por la gracia,
estaremos seguros para esta vida y para la eternidad. El poder ex-
perimental de la gracia recibido en tiempos de prueba, es de más
valor que el oro o la plata. Confirma la fe del que confía y cree. La
seguridad de que Jesús es para él un auxiliador que está siempre
presente, le da un vigor que le capacita para aceptar la Palabra de
Dios al pie de la letra y confiar en él con fe inquebrantable aun en
las circunstancias más penosas.
Nuestra única seguridad para no caer en el pecado consiste en
mantenernos constantemente bajo la influencia del Espíritu Santo y
al mismo tiempo participar activamente en la causa de la verdad y la
justicia, desempeñando todo deber dado por Dios, pero sin asumir
cargas que él no nos haya impuesto. Los médicos y estudiantes de
medicina deben permanecer firmes bajo el estandarte del mensaje del
tercer ángel, peleando la buena batalla de la fe, con perseverancia
y éxito, no confiando en su propia sabiduría, sino en la de Dios,
vistiéndose de la armadura celestial, el equipo de la Palabra de Dios,
sin olvidar jamás que tienen un Jefe que nunca ha sido ni puede ser
vencido por el mal.
Estudiad a vuestro líder
Quisiera decir a cada estudiante de medicina que desee honrar la
causa de Dios durante las escenas finales de la historia de esta tierra:
Contemple a Cristo, el Enviado de Dios, quien, en este mundo y en
la naturaleza humana, vivió una vida pura, noble y perfecta, dando
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un ejemplo que todos pueden seguir sin peligro. El Señor extiende su
mano para salvar. Responda a la invitación hecha a todos para “que
echen mano... de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan