La verdadera educación superior
Los engaños humanos son abundantes y especiosos. Hay ele-
mentos invisibles que obran para hacer que lo falso aparezca como
verdadero; los errores están vestidos con una túnica engañosa para
inducir a la gente a aceptarlos como esenciales para obtener una
educación superior. Y estas ideas falsas engañarán a muchos de
nuestros estudiantes, a menos que estén completamente protegidos y
guiados por el Espíritu de Dios para llevar en el corazón y la mente
las verdades importantes y santas de la Palabra, aceptándolas como
los principios básicos de la educación superior. Ninguna instrucción
puede exceder en valor a la instrucción pura de Dios, que viene para
ilustración de todos los que se dejen instruir.
Se debe educar a nuestros estudiantes para que comprendan
que no hay educación más elevada que la que fue dada por el gran
Maestro al mundo. Debemos salvaguardar a nuestros estudiantes
de la tentación, haciendo de las verdades sagradas de la Palabra
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de Dios la base de su educación. Este conocimiento superior, el
conocimiento de la gloria de Dios, debe brillar en su corazón, para
que la excelencia del poder pueda ser de Dios y no de los hombres...
Advertid a todo estudiante que debe estar muy despierto. Que
nuestros ministros y todos los que por fe están actuando una parte
para librar la mente humana del error afirmen con seguridad esta
verdad en la mente: que no puede haber educación más elevada que
la que procede de Aquel que dio su vida para que la humanidad
pudiera unirse a la divinidad, y que el hombre caído se hiciera uno
con Dios. El maestro que es tan necio como para pensar que puede
dar a los estudiantes un conocimiento más perfecto que el dado por
el gran Maestro, Cristo Jesús, ignora qué constituye la educación
superior.—
Carta 98, 1909
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