Página 235 - El Ministerio M

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Honorarios exorbitantes
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toma esta posición, su fe naufragará. Dios nunca dará cabida a un
hombre en la vida eterna si su ancla no se ha asegurado con firmeza
a la ley inalterable del cielo. Él debe revelar que Cristo obra en su
interior, en sus preceptos doctrinales, en su obediencia práctica.
El alma que conversa con Dios por medio de las Escrituras, que
ora por luz y le abre el corazón al Salvador, no tendrá imaginacio-
nes inicuas, planes mundanos ni un deseo ambicioso de honor o
distinción en ningún ramo. El que busca la verdad como un tesoro
escondido la hallará en el medio que Dios usa para comunicarse
con el hombre: su Palabra. David dice: “La exposición de tus pala-
bras alumbra; hace entender a los simples”. Esto no se refiere a los
que son débiles intelectualmente, sino a los que—sea cual fuere su
posición—tienen un verdadero sentir de su necesidad de conversar
con Dios como lo hizo Enoc. La Palabra de Dios ennoblecerá la
mente y santificará al agente humano, capacitándolo así para conver-
tirse en un cooperador con las agencias divinas. La norma elevada de
la santa ley de Dios significará mucho para él, como la pauta para la
práctica de toda su vida. Le significará santidad, lo que para Dios es
integridad. Mientras el agente avanza en la senda dispuesta para los
elegidos del Señor, al recibir a Jesucristo como su Salvador personal,
se nutrirá con el pan de vida. La Palabra es espíritu y es vida, y si se
la incorpora a la práctica diaria, ennoblecerá toda la naturaleza del
hombre. Habrá abierto para su alma tal visión del amor del Salvador,
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como está delineado por la pluma de la Inspiración, que su corazón
se derretirá en ternura y contrición.
Debemos ver y comprender la instrucción que el gran apóstol
nos provee: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual
no adulterada, para que por ella crezcáis” en percepción y semejanza
al carácter de Cristo. El desarrollo del carácter, el crecimiento en
conocimiento y la sabiduría serán el resultado seguro de alimentarse
de la Palabra.
¿Qué haría Jesús?
A todos nuestros obreros, ministros y médicos, presentamos la
necesidad de una consideración cuidadosa en todas sus labores, una
obediencia completa y perfecta a los preceptos de la Palabra de
Dios. Inquirid cuidadosamente en cada paso: ¿Cómo actuaría mi