Página 243 - El Ministerio M

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Promesas para obreros abnegados
Que todos trabajen en conformidad con los principios del sacri-
ficio propio. Obrad mientras dura el día, pues la noche viene cuando
nadie puede trabajar. Mientras el pueblo de Dios trabaje ardiente,
humilde y sacrificadamente, obtendrá la rica recompensa de la cual
habla Job: “Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado...
La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, y al corazón de
la viuda yo daba alegría”. Se reconocerá a Cristo como el Creador y
Redentor. Los que trabajan en unión con Dios serán distinguidos y
apreciados. El reconocimiento de los siervos fieles de Dios no quita
ni una jota de la gratitud y la alabanza que ofrecemos a Dios y al
Cordero.
Cuando los redimidos estén de pie alrededor del trono de Dios,
los que hayan sido salvos del pecado y de la degradación se allegarán
a los que trabajaron por ellos con palabras de saludo: “Yo estaba
sin Dios y sin esperanza en el mundo, por perecer en la corrupción
y el pecado. Yo carecía de alimento físico y espiritual. Usted vino
a mí en amor y misericordia, y me alimentó y me vistió. Usted me
dirigió al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.—
Carta
74, 1901
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