Consejo a un médico jóven
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Vendrá a nosotros la experiencia de los días apostólicos si los
hombres permiten ser dirigidos por el Espíritu Santo. El Señor qui-
tará su bendición donde se dé cabida a los intereses egoístas; pero
él pondrá a su pueblo en posesión de bienes en todo el mundo si
los utiliza para el mejoramiento de la humanidad. Su obra debe ser
una señal de su benevolencia, un signo que ganará la confianza del
mundo y traerá recursos para el avance de su reino.
Un ejemplo contagioso
Dios probará la sinceridad de los hombres. Los que nieguen el
yo, que tomen la cruz y sigan a Cristo, tendrán una obra continua que
hacer en el terreno de restaurar la armonía de la humanidad caída.
Los que se sacrifican por la verdad hacen una gran impresión sobre
el mundo. Su ejemplo es contagioso y convincente. Los hombres
ven que en la iglesia existe la fe que obra por amor y purifica el
alma. Pero cuando los que profesan obrar en favor de Dios buscan su
beneficio personal, retardan grandemente la obra y acarrean deshonra
sobre ella...
Se debe reconocer la autoridad divina
Nunca abandone la norma verdadera, aunque por aferrarse a
ella se convierta en un pordiosero. Dios ha establecido una elevada
norma de justicia. Él ha hecho una distinción muy clara entre la
sabiduría humana y la divina. Todo el que trabaja del lado de Cristo
debe hacerlo para salvar, no para destruir. La política mundanal
no debe convertirse en la política de los siervos de Dios. Debe
reconocerse la autoridad divina. La iglesia sobre la tierra debe ser la
representante de los principios celestiales. En medio de la terrible
confederación de injusticia, engaño, robo y crimen, ésta debe brillar
con luz de lo alto. Debe sostenerse, en la justicia de Cristo, contra la
apostasía prevaleciente.—
Carta 38, 1901
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