Debe preservarse una dignidad santificada
Se me instruye que se debe limpiar y purificar nuestros sanatorios
de todas las personas cuya conducta sea un descrédito para la sagrada
obra del sanatorio. Nuestras instituciones de salud deben preservar
una dignidad santificada. Que no se contraten ayudantes que no
posean un verdadero sentido de la dignidad. Emplead a los que den
evidencia de que obran para alcanzar la norma de la perfección, en
cuya vida se notan las marcas de la similitud divina.
Debe ejercerse gran prudencia al seleccionar a hombres y mu-
jeres como instructores para nuestro sanatorio. Ellos deben ser no
sólo los que hablen con inteligencia de los asuntos científicos, sino
hombres y mujeres que hayan aprendido a estar bajo el gobierno del
Espíritu de Dios y que obedezcan las instrucciones de Cristo. Deben
ser capaces de dar consejo sabio de un modo afable e inteligente. La
irritación y los regaños no serán benéficos, pero las palabras claras
proferidas en un espíritu de amabilidad lograrán resultados dura-
deros para el bien. El Señor ayudará a todos los que sinceramente
deseen aprender de él.
No se pueden hacer impresiones correctas sobre los enfermos
cuando los que componen la familia de auxiliares del sanatorio
son antipáticos o manifiesten actitudes groseras, o que albergan un
espíritu de frivolidad o están sujetos a celos extraños. No se debe
mantener a tales obreros en nuestras instituciones, pues el enemigo
siempre está listo a trabajar sobre sus mentes y por medio de la
influencia de ellos alejar a las almas de Cristo. Sería mucho mejor
pagar sueldos más elevados y asegurar auxiliares buenos y sensatos
en nuestras instituciones, en lugar de aceptar a los que no podéis
disciplinar y preparar.
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La influencia de un carácter hermoso
El Señor utilizará la disposición agradable y un carácter bello
para traer bendición a los enfermos. Las verdades de la Palabra
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