Sed amables con los humildes
El deseo de que las cosas se hagan como uno quiera, en forma
contraria al juicio de los demás obreros, no debe hallar lugar en
nuestras instituciones. “Todos vosotros sois hermanos”. Se debe
mostrar un espíritu de amor y ternura. En nuestros sanatorios, y en
cualquier institución, son de gran valor las palabras amables, las
miradas agradables y un comportamiento condescendiente. Hay un
encanto en la relación de los hombres que son corteses en realidad.
En las transacciones comerciales ¡qué poder para el bien tiene una
pequeña condescendencia! ¡Qué poder restaurador y elevador tiene
la influencia de tal trato sobre quienes están en pobreza y deprimidos,
echados por tierra por la enfermedad y la pobreza! ¿Les negaremos
el bálsamo que trae tal relación?...
Los que ocupan posiciones de responsabilidad tendrán que rela-
cionarse con los que han tenido una suerte muy difícil. El trabajo y
las privaciones, sin esperanza de mejoría en el futuro, hacen la carga
de ellos muy pesada. Y cuando se añaden el dolor y la enfermedad,
el peso es casi mayor de lo que pueden soportar. Que ningún siervo
de Dios añada acritud a su trato con los tales. Esto en sí mismo sería
crueldad. Que se vistan de cortesía como con una túnica. Que sean
amables y conciliatorios en su actitud con el más humilde y el más
pobre. Dios verá y recompensará ese trato.—
Carta 30, 1887
.
[226]
304