Página 339 - El Ministerio M

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Los obreros que se necesitan
El Señor desea que hombres y mujeres prudentes actúen en cali-
dad de enfermeros para aliviar y ayudar al enfermo y al doliente. Por
medio del ministerio de estos enfermeros, los que hasta aquí no han
tomado parte en actividades religiosas serán inducidos a preguntar:
“¿Qué debo hacer para ser salvo?” El pecador será guiado a Cristo
por la atención paciente de los enfermeros que anticipan sus deseos,
que se postran en oración y solicitan al gran Médico Misionero
que mire con compasión al doliente, que le haga sentir la influencia
suavizadora de su gracia y que ejercite su poder restaurador.
Para vencer la timidez nerviosa
Se superará la timidez nerviosa del enfermo cuando éste se
familiarice con el interés intenso que el Salvador tiene por toda la
humanidad doliente. ¡Oh, la profundidad del amor de Cristo! Él
murió en la cruz del Calvario para redimirnos de la muerte.
Que nuestros médicos y enfermeros tengan siempre en mente
estas palabras: “Somos colaboradores de Dios”. Que todo médico y
todo enfermero aprenda a trabajar de tal manera que pueda aliviar
tanto el sufrimiento mental como el físico. En este tiempo, cuando
el pecado prevalece tanto y se revela en forma tan violenta, ¡cuán
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importante es que nuestros sanatorios funcionen de tal manera que
cumplan su objetivo en proveer el máximo bienestar! Cuán impor-
tante es que todos los obreros de estas instituciones sepan cómo
dirigir palabras en sazón a los que están cansados y enfermos de
pecado.
Los médicos y enfermeros siempre deben ser amables y alegres,
y deponer toda melancolía y tristeza. Que la fe se aferre de la mano
de Cristo para su toque curativo.
Mientras nuestras enfermeras ministran pacientemente a los
enfermos del cuerpo y del alma, que pidan a Dios que intervenga a
favor de los dolientes a fin de que sean guiados a conocer a Cristo y
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