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El Ministerio Médico
por cada palabra y acción. Debe ser tan aplicado y fiel al deber como
si escuchara la voz del Salvador: “De cierto os digo, que si no os
volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor
en el reino de los cielos”.
Un portavoz de Dios
Es sumamente importante saber cómo acercarse al enfermo con
la confiada esperanza obtenida por la fe en Cristo Jesús y la acep-
tación de sus promesas. Cuando la conciencia que ha despertado
clama: “Señor, sé propicio a mí, pecador; hazme tu hijo”, estad listos
a decir al doliente, al que una vez era indiferente, que hay esperanza
para él, que en Jesús hallará refugio.
El Salvador está invitando a cada uno: “Mirad a mí y vivid, venid
a mí y hallad reposo”. Los que en humildad y amor presentan la
esperanza del evangelio a las almas afligidas, tan necesitadas de
esta esperanza, son los portavoces de Aquel que se dio a sí mismo
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por toda la raza humana, para convertirse en un Sanador, en un
Salvador tierno, amante y compasivo. Que en nuestras instituciones
médicas se planee todo medio posible para atraer a las almas a la
salvación. Esta es nuestra tarea. Si la obra espiritual no se hace, no
hay necesidad de llamar a nuestro pueblo para la construcción de
estas instituciones. Los que no tienen un deseo ardiente de salvar
almas, no deben unirse con nuestros sanatorios.—
Carta 159, 1902
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