Actitud del instructor
Aunque los estudiantes deben estar dispuestos a empezar con
responsabilidades menores y a dar evidencia de que se puede confiar
en ellos, él [el instructor] debe sentir por ellos el más afectuoso
cariño. No debe desalentarse por la ignorancia de ellos, sino darles
crédito por todas las buenas cualidades que poseen. Al educarse a
sí mismo en este sentido, obtiene una experiencia inestimable: una
experiencia que necesita para convertirse en un cristiano práctico.
Si los estudiantes cometen errores, no piense él que no merecen
otra prueba, como si hubieran cometido pecados imperdonables.
Debe señalarles sus errores en forma amable, y ellos, a su turno,
se mostrarán agradecidos por contar con un amigo tan fiel que les
hace ver sus faltas y les enseña cómo corregirlas. Desechar a los
que yerran, o tratarlos fríamente, no sería actuar como Cristo se
portó con él. Todos somos falibles y necesitamos la compasión, la
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consideración y el perdón mutuo. Él no puede hallar perfección en
ninguna parte y no debe esperarla, mas debe tener paciencia con la
perversidad de los hombres, y tratar de enseñarlos.—
Carta 1, 1885
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