Construir armoniosamente
Ninguno de nosotros puede permitirse pecar. Este es un asunto
costoso. El pecado ciega de tal manera los ojos que no se discierne
el mal, y por sus acciones indiscretas, los que han sido cegados se
convierten en instrumentos de injusticia que esparcen para Satanás...
Velad contra los hábitos pecaminosos. Vigilad la lengua. Estad
despiertos a las oportunidades para hacer el bien y bendecir a otros,
siempre mirando a Jesús, creciendo en gracia y en el conocimiento
de la verdad. Si deseáis la vida más elevada, debéis vivir ahora la
vida superior en la vida inferior de este mundo. Estamos trabajando
para esta vida y la eternidad. Una vida bien construida se forma al
vivir el plan de la adición; añadiendo una gracia a otra en buenas
obras, fe, paciencia, templanza, benevolencia, valor y abnegación.
Sois labranza de Dios. Sois el edificio de Dios. Al aprender de Cristo,
no seréis un revoltijo de oposiciones e inconsecuencias: hoy sobrios
y devotos, mañana descuidados y frívolos.
Cristo ha hecho toda provisión para que vuestro carácter pueda
ser armonioso por medio de la gracia que se os otorga. Por lo tanto,
construid armoniosamente. Permitid que la estructura se levante,
piedra sobre piedra. Dad cabida a los rayos de luz divina prove-
nientes de Jesús, y que éstos brillen en la senda de otros que están
en oscuridad. Todo el universo de Dios nos contempla con intenso
interés.—
Carta 6a, 1890
.
387