Página 393 - El Ministerio M

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Transformados a la semejanza divina
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dar cabida a la menor ocasión para que los inicuos hablen mal de la
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verdad.
No del mundo
Hay solamente dos reinos en este mundo, el reino de Cristo y el
reino de Satanás. Cada uno de nosotros debe pertenecer a uno de
ellos. En su maravillosa oración por sus discípulos Cristo dijo: “No
ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo
los he enviado al mundo”.
No es la voluntad de Dios que nos aislemos del mundo. Pero
mientras estamos en el mundo debemos santificarnos para Dios.
No debemos adoptar las normas del mundo. Debemos estar en el
mundo como una influencia correctora, como sal que retiene su
sabor. Debemos ser puros y santos entre una generación profana,
impura e idólatra, mostrando que la gracia de Cristo tiene poder para
restaurar en el hombre la semejanza divina. Debemos ejercer una
influencia salvadora sobre el mundo.
“Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. El
mundo se ha convertido en una leprosería de pecado, una masa de
corrupción. Éste no conoce a los hijos de Dios porque tampoco
le conoce a él. No debemos practicar su modo de ser ni seguir
sus costumbres. Debemos resistir de continuo sus principios laxos.
Cristo dijo a sus seguidores: “Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos”. Es deber de los médicos y
de los enfermeros brillar como luces en medio de las influencias
corruptoras del mundo. Deben albergar principios que el mundo no
pueda empañar...
La bendición de la gracia se da a los hombres para que el universo
celestial y el mundo caído puedan ver, como no podrían hacerlo de
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otra forma, la perfección del carácter de Cristo. El Gran Médico vino
a nuestro mundo para mostrar a hombres y mujeres que por medio
de su gracia pueden vivir en forma tal que en el gran día de Dios
puedan recibir el precioso testimonio: “Vosotros estáis completos en
él”.—
Manuscrito 24, 1900
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