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El Ministerio Médico
las víctimas mueren de una muerte antinatural, cuando, si hubieran
sido tratadas en forma perseverante, diligente, incansable y continua
con agua fría y caliente, con compresas calientes, con envolturas y
sábanas mojadas, estarían vivas hoy.
Nada se debe introducir al organismo humano que posteriormen-
te deje una influencia funesta. La razón que se me ha dado para el
establecimiento de sanatorios en varios lugares es difundir la luz
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sobre este tema y que se practiquen los tratamientos higiénicos.
Me ha dolido cuando se alentó a muchos estudiantes a ir donde
recibirían una instrucción en el uso de drogas. La luz que he recibido
sobre el tema de las drogas es completamente diferente del uso que
se hace de ellas en estas escuelas o en los sanatorios. Debemos estar
bien informados en estos temas.
Los nombres complicados que se da a las medicinas sirven para
cubrir el asunto, para que nadie sepa qué se les está mandando como
remedio a menos que consulten un diccionario...
Debe proveerse a los pacientes una alimentación buena y saluda-
ble; debe observarse una abstinencia total de toda bebida embriaga-
dora; las drogas deben descartarse, y seguirse los métodos racionales
de tratamiento. No se debe dar a los pacientes alcohol, te, café ni
drogas; pues esto siempre deja secuelas de perjuicio. Al observar
estas reglas, muchos que han sido desahuciados por los médicos,
pueden ser restaurados a la salud.
En esta obra los instrumentos humanos y divinos pueden coope-
rar en salvar la vida, y Dios añadirá su bendición. Muchos enfermos
que no son de nuestra fe vendrán a nuestras instituciones para recibir
tratamiento. Algunos que se arruinaron la salud por la complacencia
pecaminosa, y que han recibido tratamiento de médicos hasta que la
droga no ha surtido efecto, vendrán; y recibirán beneficio.
El Señor bendecirá las instituciones dirigidas de acuerdo con sus
planes. Él cooperará con todo médico que se comprometa en forma
fiel y consciente en su obra. El entrará al cuarto del enfermo. Él dará
sabiduría a los enfermeros.—
Manuscrito 162, 1897
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