Página 453 - El Ministerio M

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Cómo él es perfecto
Nuestra obra consiste en esforzarnos por alcanzar en nuestra
esfera de acción la perfección que Cristo logró en todo aspecto del
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carácter en su vida sobre la tierra. Él es nuestro ejemplo. En todas las
cosas debemos procurar honrar a Dios en carácter. Al alejarnos tanto,
día a día, de los requerimientos divinos, estamos poniendo en peligro
la salvación de nuestra propia alma. Necesitamos comprender y
apreciar el privilegio que Cristo nos ha otorgado, y mostrar nuestra
decisión de alcanzar la norma más elevada. Debemos depender
plenamente del poder que él ha prometido concedernos.
Justo antes de expresar este requerimiento, el Salvador dijo a
sus discípulos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen”. Debemos amar a nuestros enemigos con el mismo amor
que Cristo manifestó hacia sus enemigos al dar su vida para salvarlos.
Muchos pueden decir: “Este es un mandato difícil; pues yo quiero
mantenerme tan lejos de mis enemigos como me sea posible”. Pero
actuar de acuerdo con vuestra propia inclinación no sería vivir los
principios que nuestro Salvador ha dado. “Haced bien—dice él—, a
los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace
salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos”. Este pasaje ilustra un aspecto de la perfección cristiana.
Cristo dio su vida por nosotros mientras aún éramos enemigos de
Dios. Debemos seguir su ejemplo.
Amad a vuestros enemigos
Aún debo escribir más de las Escrituras: “Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que
os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su
sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos...
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
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