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El Ministerio Médico
cielos es perfecto”. Yo he sido impresionada profundamente por
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estas palabras. Debemos comprender su significado verdadero. Si
representáramos el carácter de Cristo al obedecer este requerimien-
to, habría un cambio mayor en los obradores de maldad. Muchas
almas se convencerían de su pecaminosidad y se convertirían por las
impresiones hechas en ellos porque no nos ofendemos por las accio-
nes impías de quienes están controlados por las agencias satánicas.
Debemos obrar en forma decidida y con oración del lado del Señor.
En todos los asuntos que provoquen al alma debemos resistir al mal
y negarnos a abusar del malhechor.
Representemos diariamente el gran amor de Cristo amando a
nuestros enemigos como Cristo los amó. Si reveláramos de esa
forma la gracia de Cristo, se quebrantarían fuertes sentimientos de
odio y en muchos corazones surgiría el amor genuino. Se verían
muchas más conversiones de las que ocurren ahora. Es cierto, nos
costaría algo hacerlo. Si los ministros que predican la Palabra y
los que ocupan puestos prominentes en la obra médica misionera
consideraran como su deber especial practicar las enseñanzas de
la Palabra en su vida diaria, colocándose bajo la disciplina de los
requerimientos de Cristo y trabajando bajo su autoridad, su conducta
consecuente guiaría a muchos a liberarse del servicio satánico y
a ocupar su lugar bajo el estandarte teñido de sangre del Príncipe
Emanuel.
Una experiencia amplia
De nuevo tengo la mente muy intranquila con relación a nuestra
conducta y la formación del carácter en esta vida. Hemos tomado,
abiertamente, nuestra posición del lado del Señor para representar
en esta generación maligna la íntima relación que los cristianos
gozan con Dios y con Jesucristo a quien él ha enviado. En realidad,
tenemos el privilegio de ampliar nuestra experiencia, profundizar
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nuestra consagración y tener un contacto más cercano con nuestro
Padre celestial, colocando nuestra voluntad y nuestros caminos en
conformidad con su voluntad y sus caminos.
Mi oración esta mañana es muy fervorosa y persistente: que en la
lucha cristiana no fracasemos ni nos desanimemos. “Hay luz arriba”,
me dice una Voz; y en respuesta, desvío los ojos de lo terrenal y