Página 455 - El Ministerio M

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Cómo él es perfecto
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desalentador y considero lo celestial, orando fervientemente para
que el pueblo de Dios pueda comprender en forma más clara y
contundente la dignidad que nuestro Padre celestial nos ha conferido
al llamarnos a representar, delante del mundo, en carne de pecado,
su bondad y misericordia. Sobre nosotros, como también sobre
los desagradecidos e impíos, él derrama innúmeras bendiciones.
Debemos expresar nuestra gratitud a Dios por ser aceptados como
obreros que cooperan con el Señor Jesucristo.
Los que predican la Palabra del Señor deben vivir lo que enseñan.
Si recibimos la gracia de Dios en el corazón, debemos revelar a otros
esta gracia en toda palabra y acción. Los que están fundados en
la misericordia sin límite de Cristo deben practicar su paciencia y
tolerancia, y nunca revelar un espíritu de injusticia arbitraria hacia
sus hermanos o hacia los demás.
Haced el bien sin tener en cuenta los resultados
Algunos dirán: “¿Cómo podemos hacer esto? Existe la posibili-
dad de que los que no tienen principios y son intrigantes se aprove-
chen de nosotros”. Recordad que un discípulo debe hacer la voluntad
de su maestro. No debemos razonar acerca de los resultados; porque
entonces siempre estaríamos ocupados y en incertidumbre. Debe-
mos tomar nuestra posición reconociendo plenamente el poder y la
autoridad de la Palabra de Dios, sea que esté de acuerdo con nues-
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tras opiniones preconcebidas o no. Tenemos un libro guía perfecto.
El Señor nos ha hablado; y sean cuales fueren las consecuencias,
debemos recibir su Palabra y practicarla en la vida diaria; de lo
contrario, estaremos escogiendo nuestra propia versión del deber y
haciendo exactamente lo contrario de lo que nuestro Padre celestial
ha planeado que hagamos.
No nos pertenecemos a nosotros mismos para hacer lo que nos
plazca. Somos llamados a ser representantes de Cristo. Fuimos
comprados por precio. Como hijos e hijas elegidos de Dios, hemos
de ser hijos obedientes, que actúen de acuerdo con los principios de
su carácter como están revelados por medio de su Hijo.
Jesús ha dicho: “Haced bien a los que os aborrecen”. Cuánto
podemos lograr al seguir esta instrucción, no lo podemos estimar.
“Orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos