Página 46 - El Ministerio M

Basic HTML Version

Dios en la naturaleza
En todas las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La natura-
leza da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto
con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de recono-
cer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y
el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol no se deben
a su energía inherente. Una mano invisible guía los planetas en el
recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda
[11]
la naturaleza: una vida que sostiene los innumerables mundos que
pueblan la inmensidad, que habita en el minúsculo insecto que flota
en el céfiro estival, que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta
a los pichones de los cuervos que graznan y que hace florecer el
pimpollo y convierte en fruto la flor.
Las leyes de la vida física
El mismo poder que sostiene la naturaleza obra también en el
hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella
y al átomo rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción
del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo,
son las leyes de la poderosa inteligencia que tiene jurisdicción sobre
el alma. De Dios procede toda la vida. Únicamente en armonía con él
se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida. La condición
para todos los objetos de su creación es la misma: una vida sostenida
por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con
la voluntad del Creador. Transgredir su ley, física, mental o moral,
significa perder la armonía con el universo, introducir discordia,
anarquía y ruina.
Toda la naturaleza se ilumina para quien aprende así a interpretar
sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida una escuela.
La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio
universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar
de hacer impresión en la mente y modelar el carácter...
42