Página 569 - El Ministerio M

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Colaboradores con Cristo
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niño puede sembrar cada día semillas de palabras afables y acciones
generosas.
Mil corrientes
Veremos que la obra médica misionera se extenderá y profun-
dizará en cada etapa de su progreso, porque se le unirán cientos y
miles de corrientes, hasta que abarque toda la tierra como las aguas
cubren el mar. Nuestros ministros desagradan a Dios por sus dé-
biles esfuerzos para hacer que las verdades de su Palabra brillen
ante el mundo. Nada fortalece tanto a las iglesias como ver que
la obra progresa en otras partes de la viña. Cuando los ministros
comprendan la gran bendición que se deriva de trabajar por los que
no conocen la verdad, dejarán las iglesias luego de impresionarlas
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con la importancia de idear planes y métodos para que puedan hacer
dentro de sus límites la misma clase de obra que los ministros del
evangelio hacen en alejadas regiones.
El trabajo de la vida es una escuela
El mundo no es un campo de croquet, en el cual nos divirtamos;
es una escuela donde debemos estudiar dedicada y cabalmente las
lecciones que se dan en la Palabra de Dios. Allí se aprende a recibir
y a impartir. Allí se aprende a buscar las almas por los caminos
y vallados de la vida. ¡Cuán fervientemente se toma parte en los
juegos de este mundo! Si los que se dedican a ellos se esforzaran tan
entusiastamente por la corona de la vida que es imperecedera, ¡qué
victorias obtendrían! ¡Se convertirían en médicos misioneros y ve-
rían cuánto bien podrían hacer para aliviar a la humanidad doliente.
¡Qué bendición serían! Lo que necesitamos es una educación prácti-
ca. ¡Ministros y pueblo, practicad las lecciones que Cristo ha dado
en su Palabra, y llegaréis a ser como Cristo en carácter!—
Manuscrito
32, 1901
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