Página 599 - El Ministerio M

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último mensaje de misericordia a un mundo que perece al centro es
tan precioso, tan glorioso. Que la verdad se exalte como lámpara
encendida. La iglesia de Dios debe dar a conocer misterios en los
cuales se interesan los ángeles, y que los profetas, reyes y justos
deseaban entender.
Una apelación a un mayor sacrificio
Es nuestro privilegio ver cómo la obra de Dios avanza en las
ciudades. Cristo está esperando, esperando que se entre en nuevos
lugares. ¿Quién se está preparando para esta obra? No diremos que
estamos destituidos de obreros. Hay algunos obreros, y estamos
gozosos por esto. Pero hay una obra mayor, mucho mayor que hacer
en nuestras ciudades. Un sacrificio mucho mayor debe hacerse para
que se lleve la Palabra de vida de lugar en lugar y de casa en casa.
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Cada vez más hombres y mujeres están proclamando el mensaje
evangélico. Agradecemos a Dios por esto. Pero necesitamos un
despertar mayor. Nos hemos deslizado a la complacencia propia;
no ejercemos al máximo las virtudes que Cristo ha prometido si las
solicitamos con fe. Lo que recibimos de Cristo debemos darlo a
otros. Tan seguramente como lo recibimos, debemos darlo. Ninguno
de los que han recibido la gracia de Cristo puede guardarla para
sí. Tan pronto como Cristo se convierte en una presencia viva en
el corazón, no podremos permanecer en paz al ver a las almas que
perecen en la ignorancia de la verdad. Haremos cualquier sacrificio
para alcanzarlas; y ninguno de nosotros es tan pobre que no pueda
hacer sacrificios diarios para Cristo.
La influencia de la tarea que estamos realizando se sentirá por la
eternidad. Si obráramos en armonía unos con otros y todos con el
cielo, Dios demostraría su poder en nuestro favor como lo hizo con
los discípulos en el día del Pentecostés. Aquellos días de preparación,
en los cuales los discípulos se alistaron por medio de la oración y
la búsqueda de la unidad, los llevaron a una relación tan íntima con
Dios que él pudo actuar en favor de ellos y por medio de ellos de
una manera maravillosa. Hoy Dios desea lograr grandes cosas por
medio de la fe y las obras de su pueblo creyente. Pero debemos
mantenernos en una relación correcta con él para que cuando nos
hable podamos escuchar su voz y comprenderla.