Responsabilidad por el cuerpo y el alma
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Un error lamentable
¡Qué oportunidad notable tiene el médico consagrado para ma-
nifestar un interés semejante al de Cristo por los pacientes que están
bajo su cuidado! Suyo es el privilegio de hablarles en forma ani-
mosa, y también inclinarse junto a su lecho para ofrecer una breve
oración. Permanecer junto al lecho del enfermo sin tener nada que
decir es un error lamentable. Que el médico convierta su mente en
una fuente de pensamientos renovadores, que aprenda a repetir las
expresiones reconfortantes que Cristo pronunció durante su ministe-
rio terrenal, cuando enseñaba sus lecciones y sanaba a los enfermos.
Que hable palabras de esperanza y confianza en Dios. Surgirá un
interés genuino. Las preciosas palabras de las Escrituras que el Es-
píritu Santo fije en la memoria ganarán corazones para Jesús, su
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Salvador.—
Carta 20, 1902
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