Página 170 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
La testificación en el trabajo
Cada miembro tiene una gran responsabilidad de avanzar
la causa por medio de su vocación como la que tiene el minis-
tro
—Cuando un ministro que ha trabajado con éxito en ganar almas
para Jesucristo abandona su obra sagrada para obtener ganancias
temporales, se le llama apóstata y habrá de dar cuenta a Dios por los
talentos a los cuales dio mala aplicación. Cuando hombres de dife-
rentes vocaciones: agricultores, mecánicos, abogados, etc., se hacen
miembros de la iglesia, vienen a ser siervos de Cristo; y aunque
sus talentos sean completamente diferentes, su responsabilidad en
cuanto a hacer progresar la obra por el esfuerzo personal y con sus
recursos, no es menor que la que descansa sobre el predicador. El
ay que caerá sobre el ministro si no predica el Evangelio, caerá tan
seguramente sobre el negociante, si él, con sus diferentes talentos,
no coopera con Cristo en lograr los mismos resultados. Cuando
se le presente esto a cada individuo, algunos dirán: “Dura es esta
palabra” (
Juan 6:60
); sin embargo, es veraz aunque sea contradicha
continuamente por la práctica de hombres que profesan seguir a
Cristo.—
Joyas de los Testimonios 1:548, 549
.
Los miembros fieles ministran a través de su vocación
Debemos llenarnos de Cristo y entonces podremos valorar las cosas
mundanas a la luz de Dios. Cuando trabajen en sus fincas; cuando
estén entregados a su vocación en los negocios, no estarán separan-
do sus almas de Dios, porque laboran con el verdadero propósito y
objetivo, reconociendo a Dios como el dueño de todo lo que poseen
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y buscando inteligencia para usar sus bienes para avanzar su gloria.
Entonces estarán ministrando, no perezosos en los negocios, sino
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Entonces vidas humanas
serán bendecidas por medio de su influencia. La mente estará en
las cosas celestiales, se sentirán como en la presencia de Cristo, y
difundirán luz a todos en su derredor. Una vida verdaderamente
cristiana nos costará esmero, escudriñamiento de las Escrituras, y
oración más ferviente y perseverante. No será una oración sin fin
ni propósito, sino la intercesión de un corazón preocupado por los
pobres pecadores lejos de Cristo. Será un corazón anhelante de tra-
bajar para Jesús en un esfuerzo personal por salvar las almas de los