Página 20 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
El rendir nuestro yo a la voluntad de Dios no es algo fácil de
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alcanzar
—La batalla en contra del yo es la batalla más grande que
se ha librado. No es fácil rendir el yo, someter todo a la voluntad de
Dios, y revestirse de humildad, poseer ese amor puro, apacible y fácil
de tratar, lleno de ternura y buenos frutos. Sin embargo es [nuestro]
privilegio y [nuestro] deber el ser perfectos vencedores aquí. El
alma debe ser sometida a Dios antes de poder ser renovada en el
conocimiento y la santidad verdadera. La vida santa y el carácter de
Cristo son un ejemplo fiel. Su confianza en su Padre celestial era
ilimitada. Su obediencia y sumisión eran sin reserva y perfectas. El
vino no para ser servido, sino para servir a otros. El vino no para
hacer su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que lo envió.
En todo se sometió a Aquel que juzga justamente. De los labios del
Salvador del mundo se escucharon estas palabras, “De mi mismo no
puedo hacer nada”.—
Testimonies for the Church 6:106, 107
.
El Señor no puede trabajar con aquellos que son autosu-
ficientes
—¿Esperan los pastores del rebaño que Dios trabaje en
ellos? Por la luz que Dios me ha dado, yo sé que quizá se habría
hecho 20 veces más de lo que se ha hecho, si los obreros hubiesen
buscado a Dios para obtener fuerza y apoyo en vez de depender tanto
del hombre. Hay necesidad de hombres de fe en este tiempo, que
no sean simplemente predicadores, sino ministros para el pueblo de
Dios. Queremos hombres que caminen con Dios diariamente, que
tengan una conexión viva con el cielo. El Señor no puede trabajar
con los que son autosuficientes, y que se exaltan a sí mismos. El
yo debe ser escondido en Jesús. Si pudiéramos ver los profundos
movimientos del Espíritu de Dios, tendríamos la verdad como es
en Cristo. La eficacia de un discurso depende de la aplicación de
la verdad al corazón por el Espíritu de Dios. Cuando Elías buscó a
Dios en la montaña, sopló un fuego devorador; pero Dios no estaba
en la llama. Se levantó una tempestad, estalló el trueno, y centelleó
el relámpago; más Dios no estaba en medio de ellos. Entonces se
oyó una pequeña y queda voz, y el profeta se cubrió la cabeza ante
la presencia del Señor. Es la pequeña y queda voz del Espíritu de
Dios la que tiene el poder de convencer y convertir las almas de los
hombres.—
The Review and Herald, 18 de junio de 1889
.
Las personas están mucho más adelantadas que muchos mi-
nistros
—Los ministros deben buscar una preparación cabal antes