Página 202 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
puede entender. Los hijos de Dios han repetido esta oración durante
siglos, y todavía su gloria no ha disminuido. Como una gema de
valor continúa siendo amada y atesorada. Esta oración es una ma-
ravillosa producción. Nadie orará en vano si en sus oraciones son
incorporados los principios contenidos en ella. Nuestras oraciones
en público deben ser cortas, y expresar sólo los deseos reales del
alma, pidiendo con sencillez y con una fe confiada y pura por las
cosas que necesitamos. La oración de un corazón humilde y contrito
es el aliento vital del alma hambrienta de justicia.—
The Signs of the
Times, 3 de diciembre de 1896
.
Una vida llena del Espíritu Santo produce oraciones pode-
rosas en público
—Yo insto a mis hermanos ministros a mejorar
su forma de orar. Esto puede y debe ser hecho. Debo decirles, que
mientras más cortas hagan sus oraciones faltas de espiritualidad, me-
jor será para la congregación. Generalmente el caso es que mientras
menos vitalidad celestial tiene una oración, más larga es. No pase
largo tiempo en la oración delante de la congregación a menos que
sepa que Dios está dictando la oración. Que las oraciones hechas
en público sean cortas y llenas de fervor. La oración efectiva y fer-
viente de un hombre justo vale mucho; pero la oración dicha en un
tono bajo, monótono e insípido no es aceptada por Dios. La voz de
la oración debe ser elevada a Dios por corazones cargados por un
sentimiento de necesidad. Deje que se manifieste un reavivamiento
del Espíritu Santo, para que sus oraciones sean llenas del poder del
cielo.—
The Review and Herald, 14 de enero de 1902
.
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Las oraciones públicas deben ser hechas con voz lenta, clara
y suficiente fuerte para que todos las oigan y se unan para decir
amén
—Cuando ofrezcáis oración en la congregación, recordad que
os dirigís a Dios, y que él desea que habléis de modo que todos los
presentes puedan oír y unir sus súplicas a la vuestra. Una oración
pronunciada de manera que todas las palabras estén fusionadas, no
honra a Dios ni hace bien a los oyentes. Aprendan los predicadores
y todos los que ofrecen oración en público a orar de manera que
Dios sea glorificado y bendecidos los oyentes. Hablen lenta y distin-
tamente, y en tono bastante alto para que todos los oigan, y puedan
unirse a ellos para decir amén.—
Obreros Evangélicos, 92, 93
.
En la oración pública se debe usar un lenguaje sencillo
—El
lenguaje grandilocuente no es apropiado en la oración, ya sea la