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El Ministerio Pastoral
quitar de la mente de los oyentes el carácter sagrado de la Palabra
que están impartiendo. Tales personas deberían considerar que no
están dando a la gente la Palabra del Señor. Demasiadas son las ilus-
traciones que no tienen una influencia correcta; empequeñecen la
sagrada dignidad que siempre debe ser mantenida en la presentación
de la Palabra de Dios a la gente.—
El Evangelismo, 155, 156
.
Los discursos floridos o anécdotas impropias no convencen
al pecador
—A menos que los predicadores estén en guardia, oculta-
rán la verdad bajo los adornos humanos. Ningún predicador suponga
que puede convertir almas por sermones elocuentes. Los que ense-
ñan a otros deben pedir a Dios que los llene de su Espíritu, y los
habilite para elevar a Cristo como la única esperanza del pecador.
Los discursos floridos, cuentos agradables, o anécdotas impropias
no convencen al pecador. Los hombres escuchan las tales palabras
como escucharían un canto placentero. El mensaje que el pecador
debe oír es: “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna”.—
El Evangelismo, 142
.
Las ilustraciones adecuadas
Los parábolas e ilustraciones de Cristo ayudan a simplificar
la verdad
—Cristo tiene el derecho y el poder para colocar todas
las agencias e influencias humanas bajo su dominio en su obra
por la humanidad. Utiliza instrumentos humanos, y no destruye la
individualidad de sus siervos. Envía al Espíritu Santo sobre ellos y
él mismo los rodea para que tengan la mente de Cristo, y lleguen a
ser colaboradores con él. El presenta ante sus mentes parábolas e
ilustraciones que les son conocidas, para simplificar la verdad que él
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desea que comuniquen, y el Espíritu Santo los ayudará al usar estas
parábolas e ilustraciones.—
The Bible Echo, 19 de agosto de 1895
.
Las ilustraciones de Jesús
Las ilustraciones de Cristo captaban la atención, usaban la
imaginación y repetían sus lecciones
—Variaba sus mensajes de
misericordia para adaptarlos a su auditorio. Sabía “hablar en sazón
palabra al cansado” porque la gracia se derramaba de sus labios, a fin