Página 226 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
melodiosa. Y, ¿no debiéramos nosotros, así como Cristo, esforzarnos
para que nuestra voz sea melodiosa?—
Testimonios para la Iglesia
2:546
.
Preserve su utilidad siguiendo las reglas del uso correcto de
la voz
—Algunos de nuestros más talentosos predicadores se están
haciendo mucho daño por su defectuosa manera de hablar. Mientras
enseñan a la gente su deber en cuanto a obedecer la ley moral de
Dios, no deben ser hallados violando las leyes de Dios acerca de
la salud y la vida. Los predicadores deben mantenerse erguidos, y
hablar lenta, firme y claramente, tomando una inspiración completa a
cada frase, y emitiendo las palabras por el ejercicio de los músculos
abdominales. Si observan esta regla sencilla, y dedican atención a
las leyes de la salud en otros aspectos, podrán conservar su vida y
utilidad por mucho más tiempo que los que se dedican a cualquier
otra profesión. Se les ensanchará el pecho. ... y rara vez enronquecerá
el orador, ni siquiera al tener que hablar constantemente.—
Obreros
Evangélicos, 93
.
Entrene su voz de tal forma que pueda ser usada en toda su
capacidad
—Que los que laboran en palabra y doctrina se esfuercen
por perfeccionar el uso del lenguaje. La voz tiene un gran poder, y
sin embargo muchos no han entrenado sus voces de tal forma que
puedan ser usadas en toda su capacidad. Jesús es nuestro ejemplo.
Su voz era melodiosa, y nunca fue alzada en tonos agudos o forzados
cuando hablaba a la gente. No hablaba tan rápido que sus palabras
se amontonaran una sobre otra de tal manera que se dificultara el
poderlo entender. Pronunciaba claramente cada palabra, y quienes
escuchaban su voz daban testimonio de que “jamás un hombre habló
como éste”.—
The Review and Herald, 5 de marzo de 1895
.
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La oratoria—Su duración
No le dé a la gente más de lo que puede recordar
—Preséntese
el mensaje para este tiempo, no en discursos largos y complicados,
sino en alocuciones cortas y directas. Los sermones largos agotan la
fuerza del predicador y la paciencia de sus oyentes. El predicador
que siente la importancia de su mensaje, tendrá cuidado especial de
no recargar sus facultades físicas ni dar a la gente más de lo que
puede recordar.—
Obreros Evangélicos, 177
.