Página 23 - El Ministerio Pastoral (1995)

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La devoción personal
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na obra”. En la Biblia tenemos el consejo infalible de Dios. Sus
enseñanzas, ejecutadas en forma práctica, capacitarán al hombre
para cualquier puesto de responsabilidad. Es la voz de Dios hablan-
do cada día al alma. Cuán cuidadosamente debe el joven estudiar
la Palabra de Dios y atesorar sus sentimientos en el corazón, para
que sus preceptos gobiernen completamente la conducta. Nuestros
ministros jóvenes, y aquellos que han estado predicando por algún
tiempo, muestran una marcada deficiencia en la comprensión de las
Escrituras. La obra del Espíritu Santo es iluminar el entendimiento
oscuro, derretir el corazón de piedra, egoísta, subyugar al transgre-
sor rebelde, y salvarlo de las influencias corruptoras del mundo. La
oración de Cristo por sus discípulos fue: “Santifícalos en tu verdad:
tu Palabra es verdad”. La espada del Espíritu, la cual es la Palabra
de Dios, penetra el corazón del pecador y lo hace pedazos. Cuando
la teoría de la verdad es repetida sin sentir su sagrada influencia en
el alma del que habla, no tiene fuerza sobre los oyentes, sino que es
rechazada como error, siendo el orador responsable por la pérdida
de esas almas.—
Testimonies for the Church 4:441
.
[24]
La oración
Grandes resultados acompañan la labor de los ministros que
oran
—Sea presto en la oración. Usted es sabor de vida para vida,
o de muerte para muerte. Usted ocupa un puesto tremendamente
responsable. Yo le insto a redimir el tiempo. Acérquese a Dios en
súplica, y será como un árbol plantado junto a arroyos de agua,
cuyas hojas están siempre verdes, y cuyo fruto aparece a su tiempo.
Ministros de Cristo, necesitáis poder divino, el cual Dios está dis-
puesto a conceder sin límite, cuando se le pida. Solamente id a Dios,
y aceptad su Palabra, y permitid que sus obras sean sostenidas por
una fe viva en sus promesas. Dios no exige de vosotros oraciones
elocuentes y razonamiento lógico; sino sólo un corazón humilde
y contrito, deseoso y listo a aprender de él. El ministro que ora,
que tiene una fe viva, manifestará obras correspondientes, y gran-
des resultados acompañarán su trabajo, a pesar de los obstáculos
combinados de la tierra y el infierno.—
The Review and Herald, 8
de agosto de 1878
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