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El Ministerio Pastoral
Ningún trabajo para la iglesia debe tomar precedencia so-
bre la comunión con Dios
—En nuestra obra no hay nada más
necesario que los resultados prácticos de la comunión con Dios. De-
bemos demostrar por nuestra vida diaria que tenemos paz y reposo
en el Salvador. Su paz, abrigada en el corazón, resplandecerá en el
rostro. Dará a la voz una fuerza persuasiva. La comunión con Dios
ennoblecerá el carácter y la vida. Los hombres sabrán que hemos
estado con Jesús, así como lo supieron de los primeros discípulos.
Esto impartirá al obrero un poder que ninguna otra cosa le podría
dar. Y no debe permitir que se lo prive de este poder. La comunión
con Dios a través de la oración y el estudio de su Palabra no debe
ser descuidado, pues aquí está la fuente de su fuerza. Ningún tra-
bajo para la iglesia debe tomar precedencia ante la comunión con
Dios.—
Obreros Evangélicos, 526, 527
.
Las oraciones de los ministros no son escuchadas si se afe-
rran a la iniquidad
—Dios nos ha escogido del mundo para que
seamos un pueblo peculiar y santo. Quien se dio a sí mismo por
nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un
pueblo propio, celoso de buenas obras. Los obreros de Dios deben
ser hombres de oración, diligentes estudiantes de las Escrituras, que
tengan hambre y sed de justicia, a fin de que sean una luz y fortaleza
para otros. Nuestro Dios es un Dios celoso; y requiere que le ado-
remos en espíritu y en verdad, en la hermosura de su santidad. El
salmista dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,
el Señor no me oyera.” Como obreros, debemos prestar atención a
nuestros caminos. Si el salmista no podría haber sido oído si en su
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corazón hubiese mirado a la iniquidad, ¿cómo pueden ser oídas las
oraciones de los ministros ahora, mientras conservan la iniquidad?
Hay peligros a los cuales estamos continuamente expuestos. Es el
plan estudiado de Satanás hacer que los obreros sean débiles en la
oración, débiles en poder, y débiles en su influencia ante el mundo
debido a sus defectos de carácter; defectos que en ninguna forma ar-
monizan con la verdad.—
The Review and Herald, 10 de noviembre
de 1885
.
Las dudas destruyen el ministerio
—Algunos no tienden natu-
ralmente a la devoción, y por lo tanto debieran fomentar y cultivar
el hábito de examinar detalladamente sus propias vidas y motivos y
debieran fomentar de un modo especial el amor por los ejercicios