Página 238 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
puede ser descuidada sin riesgo. Los ministros deben instar a tiempo
y fuera de tiempo, velando por las almas como quien tiene que dar
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cuenta. Deben ejercer gran cautela. Vigile todas las cosas, vele por
los engaños de Satanás, no sea que usted mismo sea seducido para
no hacer la parte desagradable de su trabajo. Las dificultades no
lo deben intimidar o desanimar. Al tener mentes bien balanceadas
y caracteres bien fundamentados, al encarar las dificultades, y al
superarlas se gana una rica experiencia.—
The Review and Herald,
28 de septiembre de 1897
.
Aunque no sea compatible con las inclinaciones naturales
del ministro, debe dar amonestaciones, reprender el pecado y
corregir lo malo
—El ministro tendrá muchas palabras directas y
llanas para dirigirse a aquellos que las necesiten; porque cuando Dios
comisiona al hombre para que haga su obra, le da la responsabilidad
de vigilar a las almas como quien tendrá que rendir cuentas. Cuando
haya que dar las amonestaciones necesarias, el pecado deberá ser
reprendido, los errores y males han de ser corregidos, no sólo desde
el púlpito sino mediante la labor personal. Esta es una labor divina, y
aunque no sea compatible con las inclinaciones naturales, el ministro
debe proclamar la verdad sin rodeos, lo cual hará que los oídos de
los que escuchen tintineen; pues debe presentar ante quienes aman
los placeres más que a Dios, los peligros y riegos que los rodean, y
la fatalidad que espera a los impenitentes. Siendo que este mensaje
no es agradable a su propensión, o bien recibida por aquellos que
deben ser amonestados, ellos son solemnemente exhortados a ser
fieles en su declaración.—
The Review and Herald, 6 de septiembre
de 1892
.
Los ministros causan mucho daño al permitir que su indul-
gencia hacia los que yerran degenere en la tolerancia de sus
pecados
—A veces los ministros del Evangelio causan mucho daño
al permitir que su indulgencia para con los que yerran degenere en
tolerancia de pecados y hasta en su participación. De ese modo son
llevados a mitigar y excusar lo que Dios condena; y después de algún
tiempo, llegan a estar tan cegados que elogian a los mismos que
Dios les ordenó reprender. [La única salvaguardia en contra de estos
peligros es la de añadir a la paciencia el temor de Dios,—reverenciar
a Dios, su carácter y su ley, y mantener su temor siempre en nuestra
mente. Mediante la comunión con Dios, a través de la oración y la