La disciplina eclesiástica
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lectura de su Palabra, deberemos cultivar tal sentido de la santidad de
su carácter que consideremos el pecado como él lo considera].—
Los
Hechos de los Apóstoles, 401
.
Demasiados ministros dejan los asuntos delicados para ser
tratados por otros ministros
—Demasiados ministros descuidan
tratar fielmente con quienes entran en contacto. Dejan que los asun-
tos delicados sean manejados por otros ministros, porque no quieren
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tomar el riesgo de perder la amistad de aquellos por quienes traba-
jan. Si los ministros trataran con aquellos que yerran en el momento
preciso, prevendrían una acumulación del mal, y salvarían las almas
de la muerte. Si el trabajo de reprensión es descuidado por un mi-
nistro y seguido por otro, aquellos que son reprendidos, reciben la
impresión que el ministro que no les señaló sus errores era un buen
ministro. Más éste no es el caso; él fue meramente un predicador,
no un colaborador de Dios en la supresión del pecado. Con la man-
sedumbre de Cristo, usted deberá hacer el trabajo que dé una prueba
completa de su ministerio. Debe mostrar pena por el pecado, pero
no mostrar una pasión no santificada al reprender el error. Todos
sus esfuerzos deben ser hechos con paciencia y doctrina; y si us-
ted ve sólo resultados pobres de su trabajo, no se desaliente. Esta
experiencia engendrará la manifestación de tolerancia y paciencia.
Continúe trabajando, sea discreto, juicioso, sepa cuando hablar y
cuando guardar silencio.—
The Review and Herald, 28 de septiembre
de 1897
.
La gente que tiene una simpatía pervertida por aquellos que
están bajo disciplina no los están ayudando
—Vi que algunos es-
taban muy preocupados por usted, temiendo que no lo tratarían
correctamente, y que sus hermanos ministros no le harían justicia.
Estos deberían quitarse del camino, y ser fieles en confesar sus pro-
pios errores, y permitir que toda la censura y el peso de los errores
suyos caiga sobre usted mismo. Dios ha designado que sus errores
se queden allí hasta que usted los quite completamente con arre-
pentimiento y sincera confesión. Aquellos que sienten una simpatía
pervertida por usted no lo podrán ayudar. Que manifiesten celo en
arrepentirse de sus propias apostasías, y lo dejen levantarse por si
mismo. Usted ha estado totalmente fuera del camino, y a menos que
haga un trabajo bien hecho, confiese sus pecados sin censurar a sus