Página 254 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
presentación de la verdad desde el púlpito. Debe realizar con ahinco,
en forma personal, el trabajo de casa en casa, estudiando las Escri-
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turas con las personas, y orando con ellas. De esta manera muchos
serán traídos al conocimiento de Dios. Las almas que están por
perderse serán llenas del Espíritu de Cristo. Pero esta obra ha sido
descuidada; y por esto las iglesias están faltas de poder. Hay muchos
ministros ordenados que nunca han ejercido un cuidado pastoral so-
bre el rebaño del Señor, quienes nunca han vigilado las almas como
quienes tienen que rendir cuenta. La iglesia, en vez de desarrollarse,
es dejada para ser un cuerpo débil, dependiente, e ineficiente. Los
miembros de la iglesia, entrenados para depender de la predicación,
hacen muy poco por Cristo. No llevan frutos, sino crecen en egoís-
mo e infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador, confiando
en sus esfuerzos para mantener viva su débil fe. A causa de que
sus miembros no son debidamente entrenados por quienes Dios ha
puesto para supervisar, muchos son siervos flojos, escondiendo sus
talentos en la tierra, y quejándose aun de la manera como Dios los
trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos.—
The Review
and Herald, 21 de enero de 1902
.
Descanse después de predicar, entonces visite
—Los ministros
tienen todo lo que necesitan para predicar la Palabra, y después de
haber exhortado a la gente con la solemne verdad, deben mantener
una humildad digna como predicadores de la verdad exaltada y
como representantes de la verdad presentada a la gente. Después
de su elaborado esfuerzo necesitan descansar. ... Si hay quienes
todavía cuentan con una reserva de fuerzas y pueden ser usadas
sin perjudicarse, hay una labor importante que deben realizar, y
que tan solo ha comenzado cuando han hablado la verdad a la
gente. Entonces viene la predicación por el ejemplo, la vigilancia
cuidadosa, el buscar hacer el bien a otros, la conversación, y la
visitación junto a la hoguera de casa en casa, compenetrándose
de la condición de la mente y del estado espiritual de aquellos que
escucharon el discurso de sus labios; exhortando a éste, reprendiendo
a aquel, corrigiendo a otro, y consolando al afligido, al sufriente, y
al desvalido. La mente debe estar tan libre de preocupación como
sea posible para que puedan ser soldados, “que insten a tiempo y
fuera de tiempo”. Ellos deben obedecer la amonestación dada por
Pablo a Timoteo: “Medita en estas cosas, ocúpate en ellas, para que