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El Ministerio Pastoral
y serán nuestros. Y no sólo los aseguraremos, sino que su odiosa
influencia no será ejercida para conducir a otros al cielo. Cuando
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algunos intenten dar, poned en ellos una disposición mezquina, para
que lo que den sea poco”.—
Primeros Escritos, 266, 267
.
Los diezmos y las ofrendas no deben ser retenidas por los
dadores aun cuando ellos no estén de acuerdo con lo que la aso-
ciación hace
—Aquellos que han estado reteniendo su dinero de la
causa de Dios, lean el libro de Malaquías, y vean lo que dice allí en
cuanto a los diezmos y las ofrendas. ¿No ven que no es lo mejor
retener, bajo ninguna circunstancia, sus diezmos y ofrendas porque
no estén de acuerdo con todo lo que sus hermanos hacen? Los diez-
mos y ofrendas no son propiedad de ningún hombre, sino que han de
utilizarse en hacer una cierta obra para Dios. Los ministros indignos
podrán recibir una parte del dinero recogido así, pero ¿se atreverá
alguien por esto a retener de la tesorería, y encarar la maldición de
Dios? Yo no me atrevería. Pago mis diezmos feliz y libremente,
diciendo, como lo hizo David, “Lo que hemos recibido de tu mano,
eso te damos”. Retener con egoísmo lo que es de Dios tiende a
empobrecer nuestras propias almas. Haced vuestra parte hermanos
y hermanas. Dios os ama, y él está en el timón. Si los negocios de la
asociación no son manejados de acuerdo con lo requerido por Dios,
ese es el pecado de los que están errando. El Señor no los va a hacer
responsables a ustedes por eso, si ustedes hacen lo que pueden por
corregir el mal. Pero no cometa usted pecado al retener lo que le
pertenece a Dios. “¡Maldito el que hace con indolencia la obra del
Señor!”, o engañosamente.—
Sermons and Talks, 74, 75
.
La iglesia mundial
Apoye las ofrendas para las instituciones en peligro
—
Cuando el Señor pone ante nosotros una apelación a la que debemos
responder, justo en el momento cuando las personas han de entregar
sus ofrendas, dejad que los ministros y los oficiales de iglesia se
encarguen del asunto con fervor y vigorosamente. Dejad que ellos
como mayordomos de Dios decidan lo que debe ser hecho, y en-
tonces lo hagan. Esto es absolutamente necesario cuando nuestras
instituciones están en tan grave peligro.—
The Review and Herald,
19 de marzo de 1901
.