Página 102 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
economía inevitablemente acarreará deudas a nuestras instituciones.
Aunque se reciba mucho dinero, se perderá en los pequeños gastos
innecesarios incurridos en los diversos departamentos. La economía
no es tacañería.
Cada hombre o mujer empleados en la casa editora debiera ser
un fiel centinela que vele para que nada se desperdicie. Todos debie-
ran cuidarse de las supuestas necesidades que requieren gastos de
recursos. Algunos hombres viven mejor con cuatrocientos dólares
al año que otros que ganan ochocientos
Lo mismo sucede con
nuestras instituciones: algunos administradores pueden manejarlas
con bastante menos capital que otros. Dios desea que todos los
obreros practiquen la economía, y especialmente que sean conta-
dores fieles.
Testimonies for the Church 7:206, 207
; véase también
el—
Testimonios para la Iglesia 4:571-574
.
Evítese la dilación en el trabajo
—En nuestras oficinas tienen
que producirse cambios importantes. Aplazar el trabajo que requiere
atención inmediata hasta un tiempo más conveniente es un error que
resulta en pérdidas. El trabajo requerido para enmendar el problema
a veces cuesta el doble de lo que hubiera costado si se hubiera hecho
el trabajo a tiempo. Numerosas pérdidas cuantiosas y accidentes
fatales han ocurrido por aplazar asuntos que debieran haber recibido
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atención inmediata. El tiempo de actuar se pierde en vacilaciones,
mientras se piensa que mañana se podrá hacer; pero con frecuencia
se descubre que mañana ya es demasiado tarde. Nuestras casas edi-
toras sufren financieramente cada día por culpa de la indecisión, la
holgazanería, la imprudencia, la indolencia y, de parte de algunos,
franca falta de honradez. Hay algunos empleados de estas institucio-
nes que actúan con tanta indiferencia como si Dios no les hubiera
dado facultades mentales que debían usar en el buen desempeño de
sus funciones. Estas personas no están capacitadas para desempeñar
ningún cargo; nunca se podrá confiar en ellas. Los hombres y muje-
res que esquivan los deberes que van acompañados de dificultades,
permanecerán débiles e incompetentes.
Los que se capacitan para hacer su trabajo con presteza y también
con economía, dirigirán su negocio en vez de permitir que su negocio
los dirija a ellos. No estarán constantemente urgidos ni indecisos
En 1902, el salario corriente por día era de uno y dos dólares.