Página 223 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Escritores y derechos de autor
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ayudar. Si usted pone fuera del alcance de su control los talentos
que Dios le ha confiado para que haga su obra, se le considera
responsable por la obra que debiera haber hecho. Así es como usted
coloca al hombre en el lugar de Dios, y éste se siente plenamente
autorizado para usar los talentos que ha comprado en la forma como
le place, cuando hubiera podido atender los pedidos de ayuda. Usted
pone fuera de su alcance la posibilidad de efectuar la obra que se
había sentido impresionado a realizar.
Todo lo que poseemos, cada peso, pertenece a Dios. Hay que
negociar con sabiduría, y cada hombre y mujer debe orar, trabajar,
estudiar y hacer planes, capacitándose cada vez más. para hacer un
trabajo aceptable. Este es el plan de Dios. Hay hombres que desem-
peñan una parte en la obra del Señor, que podrían ayudar en caso
de emergencia, pero que han colocado una cantidad considerable
de dinero en manos de otras personas para que lo usen en su lugar.
Han cedido su mayordomía a otra persona. ¿Lo planeó así el Señor?
No. El los habría utilizado para poner en alto el estandarte de la
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verdad.—
Carta 43, 1899
.
E. G. de White, Jaime White y los derechos de autor
—Hace
algunos años surgió el asunto de la publicación de libros, y se traza-
ron planes, los cuales en este momento no recuerdo con claridad. Se
adoptó un acuerdo según el cual ninguna persona debía beneficiarse
por el producto de la publicación de sus propios libros. Entonces se
nos hizo una propuesta, que mi esposo aceptó...: que la casa editora
recibiera todo el beneficio de la publicación de sus libros.
Mientras yo consideraba este asunto, pensé: Deseo que los tes-
timonios lleguen a tanta gente como sea posible; son un mensaje
de Dios a su pueblo, y no deseo nigún beneficio personal de este
trabajo. Y así lo expresamos. Pero poco después se me mostró que
no habíamos actuado con sabiduría al renunciar a nuestro derecho de
ejercer control sobre nuestros propios escritos; porque nosotros sa-
bríamos cómo usar mejor las ganancias de estos libros, que aquellos
con mucho menos experiencia. Había que multiplicar las publica-
ciones, y las ganancias que recibiríamos nos permitirían participar
en el liderazgo de la obra en progreso, edificar los intereses de la
causa y hacer que otros participaran con nosotros en la obra. Había
un principio que debía mantenerse para salvaguardar los intereses
de los auténticos obreros.