Página 255 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Enseñanza del colportaje evangélico
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a un hijo de Dios, que podía recobrar el privilegio de su relación
divina.—
La Educación, 78, 79
.
Jesús discernía las posibilidades infinitas del ser humano
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él”.
Juan 3:17
. Al contemplar
a los hombres sumidos en el sufrimiento y la degradación, Cristo
percibió que, donde sólo se veía desesperación y ruina, había moti-
vos de esperanza. Dondequiera existiera una sensación de necesidad,
él veía una oportunidad de elevación. Respondía a las almas tenta-
das, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con
acusación, sino con bendición...
En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los
hombres según podrían ser transfigurados por su gracia, en “la luz de
Jehová nuestro Dios”. Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperan-
za. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí
mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de
obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se per-
cataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que
eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía
muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A
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más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida.
Cristo ligaba a los hombres a su corazón con lazos de amor y
devoción, y con los mismos lazos los ligaba a sus semejantes. Con
él, el amor era vida y la vida servicio. “De gracia recibisteis—dijo—,
dad de gracia”.
Mateo 10:8
.—
La Educación, 79, 80
.
Instrucción mediante asociación personal
—La ilustración
más completa de los métodos de Cristo como maestro, se encuentra
en la educación que él dio a los doce primeros discípulos. Esos hom-
bres debían llevar pesadas responsabilidades. Los había escogido
porque podía infundirles su Espíritu y prepararlos para impulsar su
obra en la tierra, una vez que él se fuera. A ellos más que a nadie,
les concedió la ventaja de su compañía. Por medio de su relación
personal dejó su sello en estos colaboradores escogidos. “La Vi-
da fue manifestada—dice Juan, el amado—, y la hemos visto, y
testificamos”.
Solamente por medio de una comunión tal—la comunión de la
mente con la mente, el corazón con el corazón, de lo humano con
lo divino—, se puede transmitir esa energía vivificadora, transmi-