Página 314 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
intrincada... Debiera verla tal como es, y cómo ha sido exagerada
hasta el punto de absorber otros intereses que también son impor-
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tantes... Debiera verla tal como me fue presentada; se ha invertido
tiempo, trabajo y dinero en su organización rutinaria, lo que la ha
reducido a un sistema formal casi destituido de verdadera piedad.
Hablo de cosas que conozco, que mientras se ha dedicado tiempo a
esta obra, ha sido con el descuido de otra igualmente importante...
Vuestra acción organizadora y vuestros planes llevados a cabo
en forma tan minuciosa y detallada para asegurar el éxito de la obra
misionera con folletos y revistas, ha privado al pueblo precisamente
de la ayuda que debiera haber recibido de usted.—
Carta 1, 1881
.
Las maquinaciones y el egoísmo echan a perder la obra
Hno. G, su caso me fue revelado en mi última visión. Vi que usted
ama la verdad que profesa, pero no ha sido santificado por ella. Sus
afectos están divididos entre el servicio a Dios y a las riquezas. Esta
división afectiva se alza como una barrera en su desempeño como
misionero de Dios. Mientras aparentemente sirve a la causa de Dios,
los intereses egoístas han echado a perder su trabajo y perjudicado
mucho su influencia. Dios no podía trabajar con usted porque su
corazón no estaba en armonía con él.
Usted, de palabra, ha estado profundamente interesado en la
verdad; pero en lo que concierne a la demostración de su fe por sus
obras, ha habido una gran falla. Usted no ha representado correcta-
mente nuestra fe. Ha perjudicado la causa de Dios por su evidente
amor por las ganancias; su amor por los negocios y a discutir por
insignificancias no ha sido para su beneficio personal, ni tampoco
para la salud espiritual de las personas con quienes se relaciona.
Usted es un hombre sagaz en los negocios, y con frecuencia comete
engaños. Posee un talento especial para descubrir cuál es la parte
más ventajosa de un negocio, y se preocupa más de su propia conve-
niencia que de la de los demás. Si un hombre hiciera trampa contra
sí mismo, usted lo dejaría si eso redundara en su propio beneficio.
Esto no es poner en práctica la regla de oro, que prescribe tratar a
los demás en la forma como usted quisiera que ellos lo tratasen.
Mientras usted se dedicaba al trabajo misionero, al mismo tiempo
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ha manifestado su propensión a la intriga en sus transacciones de
compra y venta. Esto constituye una combinación muy pobre. Usted
debiera ser una cosa u otra. “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal,