Página 316 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Capítulo 31—Administración y promoción
esmeradas
Pagad las deudas
—Dios desea que aprendamos lecciones de
las experiencias pasadas. A él no le agrada que sus instituciones se
endeuden. Ha llegado el tiempo cuando tenemos que dar un carácter
distintivo a la obra al rehusar construir edificios grandes y costosos.
No tenemos que repetir los errores del pasado y hundirnos cada
vez más en el pozo de las deudas. Debemos, en cambio, procurar
definidamente pagar las deudas que todavía pesan sobre nuestras
instituciones. Las iglesias pueden ayudar en esto si así lo desean.
Los miembros a quienes Dios ha concedido recursos pueden invertir
su dinero en la causa, sin cobrar intereses, o bien aplicando intere-
ses bajos; y mediante sus ofrendas voluntarias pueden contribuir a
sostener la obra. El Señor nos pide que devolvamos con gozo una
parte de los bienes que nos ha prestado y que así nos convirtamos
en sus benefactores.—
Testimonies for the Church 9:71
.
Economía en las cosas pequeñas
—Hágase una estimación ade-
cuada del costo de producción de las publicaciones, y luego que
todos los empleados de la casa editora encuentren el modo de eco-
nomizar en toda forma posible, aunque esto produzca considerables
inconvenientes. Detened toda fuga de dinero. Tomad en cuenta las
cosas pequeñas. Las pérdidas menores se acumulan al final. Buscad
lo pequeño, reunid los fragmentos para que nada se pierda, porque
muchos que se preocupan de los asuntos más grandes, nunca han
aprendido a cuidar y ahorrar en las cosas menores. No perdáis los
minutos, porque arruinan las horas. La diligencia perseverante, el
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trabajo realizado con fe, siempre será coronado por el éxito. Algu-
nos obreros piensan que preocuparse de las cosas pequeñas está por
debajo de su dignidad. Consideran que ocuparse de las minucias es
evidencia de que se posee una mente estrecha y un espíritu inferior.
Prestad atención a las fugas nenores; ahorrad los ingresos pequeños.
Las vías de agua más insignificantes han hundido muchos barcos.
Ninguna burla ni broma debiera impedir que ahorremos en las pe-
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