Página 375 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Un testigo para todas las naciones
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Le dije: “Hermano mío, Ud. tiene grandes responsabilidades. Consi-
dere a todos sus vecinos. Ud. es responsable de cada uno de ellos.
Ud. conoce la verdad, y si la ama y la vive con integridad ganará
almas para Cristo”.
Me miró en forma extraña, como si quisiera decirme: “Yo no
creo que Ud. sabe que he abandonado la verdad, que he permitido
a mis hijas asistir a los bailes y a la escuela dominical, y que no
guardamos el sábado”. Pero yo lo sabía. Sin embargo le hablé como
si él estuviera con nosotros. Le dije: “Le ayudaremos a comenzar a
trabajar por sus vecinos. Deseo obsequiarle algunos libros”. Dijo:
“Tenemos una biblioteca donde conseguimos libros”. Le contesté:
“No veo ningún libro aquí. Tal vez sus escrúpulos no le permiten
pedir los libros prestados en la biblioteca. He venido para obsequiarle
estos libros, para que sus hijos puedan leerlos, y porque esto los
fortalecerá”. Nos arrodillamos y oramos, y cuando nos levantamos,
él dijo mientras las lágrimas corrían por su cara: “Me alegro porque
Ud. ha venido a verme. Le agradezco por los libros”.
La próxima vez que lo visité, me contó que había leído una parte
de
Patriarcas y profetas
. Dijo: “Yo no podría cambiar ni una sola
sílaba. Cada párrafo habla directamente al alma”.
Pregunté al hermano cuál de mis libros grandes consideraba él
el más importante. Contestó: “Los presté todos a mis vecinos, y el
hotelero piensa que
El conflicto de los siglos
es el mejor. Pero—
añadió con labios temblorosos—, yo creo que
Patriarcas y profetas
es el mejor. Ese libro fue el que me sacó del fango”.
Solamente resta añadir que el hermano se puso firmemente de
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parte de la verdad. Toda su familia se unió a él y han sido los
instrumentos para salvar a otras familias.—
El Evangelismo, 330,
331
.
Veintidós años después de la siembra de la semilla
—Después
de haber terminado la reunión [uno de los cultos del congreso de
Míchigan], una hermana me tomó sinceramente de la mano, expre-
sando gran regocijo por encontrarse de nuevo con la Hna. White.
Preguntó si yo recordaba haber visitado una vez una casa de madera
en los bosques, veintidós años atrás. Ella nos sirvió un refrigerio, y
yo le dejé un librito titulado:
Experience and Views
.
Declaró que había prestado ese librito a sus vecinos, a medida
que nuevas familias se establecían en su vecindario hasta que el