Página 72 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
El mundo observa, listo para criticar con perspicacia y severidad
vuestras palabras, vuestras acciones y vuestros asuntos comerciales.
A todos los que desempeñan un papel en relación con la obra del
Señor se los vigila y pesa en la balanza del juicio humano. Dejáis
constantemente impresiones favorables o desfavorables a la religión
de la Biblia en el ánimo de todos aquellos con quienes tratáis.
El mundo mira para ver qué futos llevan los que profesan ser
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cristianos. Tiene derecho a hallar frutos de abnegación y sacrificio
en aquellos que aseveran creer la verdad.—
Joyas de los Testimonios
3:184, 185
.
La mundanalidad descalifica para cargos de confianza
—El
Hno. P ha sido bendecido con habilidades que, si las hubiera con-
sagrado a Dios, le habrían permitido hacer mucho bien. Tiene una
mente rápida. Comprende la teoría de la verdad y las exigencias
de la ley de Dios; pero no ha aprendido en la escuela de Cristo
la humildad y mansedumbre que lo harían un hombre seguro para
ocupar una posición de confianza. Ha sido pesado en las balanzas
del santuario y hallado falto. Ha tenido gran luz en forma de adver-
tencias y reproches; pero no les ha prestado atención; ni siquiera ha
visto la necesidad de cambiar su manera de comportarse.
La cruz de Cristo ha sido presentada al Hno. P, pero él la ha
rechazado porque representa vergüenza y oprobio antes que honor
y alabanza del mundo. Jesús lo ha llamado una y otra vez: “Toma
la cruz y sígueme, para que seas mi discípulo”. Pero otras voces lo
han estado invitando en la dirección del orgullo y las ambiciones
mundanos; y él ha escuchado esas voces porque su espíritu es más
agradable para el corazón natural. Se ha apartado de Jesús, se ha
divorciado de Dios para abrazar el mundo...
La unión del Hno. P con el mundo ha resultado en una trampa
para él y también para otros. Oh, cuántos tropiezan con vidas como
la suya. Obtienen la impresión de que cuando dan los primeros pasos
en la conversión: arrepentimiento, fe y bautismo, eso es todo lo que
se requiere de ellos. Pero esto es un error fatal. La dura lucha para
conquistar el yo, por la santidad y el cielo, es una lucha que dura toda
la vida. No hay tregua en esta guerra; el esfuerzo debe ser continuo
y perseverante. La integridad cristiana debe buscarse con incansable
energía y mantenerse con resuelta fijeza de propósito.