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Notas biográficas de Elena G. de White
oriente de Canadá. La garganta me molestaba mucho, y no podía
hablar en voz alta ni aun cuchichear sin sufrimiento. Durante el viaje
oramos suplicando fortaleza para soportar las fatigas del camino.
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Así continuamos hasta llegar a Melbourne, donde esperábamos
encontrar oposición. Muchos de los que decían creer en el próxi-
mo advenimiento de nuestro Salvador combatían la ley de Dios.
Sentíamos la necesidad de que Dios nos fortaleciese, y orábamos
para que el Señor se manifestara en nosotros. Mi más fervorosa
oración era que se me curase la garganta y se me devolviera la voz.
Tuve la prueba de que la mano del Señor me tocó, porque al punto
desapareció el malestar y se me aclaró la voz. La lámpara del Señor
brilló sobre nosotros durante la reunión y gozamos de gran libertad.
Los hijos de Dios quedaron grandemente fortalecidos y alentados.
Reunión en Johnson, Vermont
Pronto volvimos a Vermont y celebramos una notable reunión
en Johnson. Durante el viaje nos detuvimos varios días en casa del
Hno. E. P. Butler. Supimos que él y otros hermanos del norte de
Vermont habían sufrido grave perplejidad y pruebas a causa de las
falsas enseñanzas y el áspero fanatismo de un grupo de personas
que pretendían estar completamente santificadas y, bajo la capa de
santidad, llevaban un género de vida que deshonraba el nombre de
cristiano.
Los dos cabecillas del fanatismo eran en conducta y carácter
muy semejantes a los que cuatro años antes habíamos encontrado en
Claremont, Nueva Hampshire. Enseñaban la doctrina de la extrema
santificación, pretendiendo que no podían pecar y que estaban listos
para la traslación. Practicaban el mesmerismo y aseguraban que
recibían iluminación divina mientras estaban en una especie de
trance.
No tenían trabajo regular, sino que en compañía de dos mujeres
que no eran sus esposas, iban de pueblo en pueblo, abusando de la
hospitalidad de las gentes. Por medio de su sutil influencia mesméri-
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ca, se habían conquistado muchas simpatías entre los hijos mayores
de nuestros hermanos.
El Hno. Butler era un hombre de rígida integridad. Se opuso
resueltamente a la maligna influencia de aquellas fanáticas teorías, y