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Notas biográficas de Elena G. de White
Entonces Satanás actuó de otra manera. Mi esposo cayó grave-
mente enfermo. Sus síntomas eran alarmantes. De a ratos temblaba
y sufría un dolor agonizante. Sus pies y sus miembros estaban fríos.
Yo los frotaba hasta que no me quedaban fuerzas. El Hno. Harris
estaba a varias millas de distancia en su trabajo. Las Hnas. Harris
y Bonfoey y mi Hna. Sara eran las únicas personas presentes; y yo
apenas reunía valor suficiente para atreverme a creer en las promesas
de Dios. Si alguna vez sentí mi debilidad fue entonces. Sabíamos
que algo debía hacerse inmediatamente. Momento tras momento el
caso de mi esposo iba empeorando en forma crítica. Era, claramente,
un caso de cólera. El nos pidió que oráramos, y no nos atrevimos a
rehusar hacerlo. Con gran debilidad nos postramos ante el Señor con
un profundo sentimiento de mi indignidad, coloqué mis manos sobre
su cabeza y pedí al Señor que revelara su poder. Entonces sobrevino
un cambio inmediatamente. Regresó el color natural de su cara, y
la luz del cielo brilló en su semblante. Todos estábamos llenos de
una gratitud inefable. Nunca habíamos observado una respuesta más
notable a la oración.
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Ese día debíamos salir rumbo a Port Byron para leer las pruebas
del periódico que se imprimía en Auburn. Nos parecía que Satanás
estaba tratando de obstaculizar la publicación de la verdad que
estábamos esforzándonos por colocar delante de la gente. Sentíamos
que debíamos andar por fe. Mi esposo dijo que iría a Port Byron en
busca de las pruebas. Lo ayudamos a enjaezar el caballo, y yo lo
acompañé. El Señor lo fortaleció en el camino. Recibió las pruebas,
y una nota que decía que el periódico estaría impreso al día siguiente,
y que debíamos estar en Auburn para recibirlo.
Esa noche fuimos despertados por los lamentos de nuestro pe-
queño Edson, que dormía en la pieza que estaba encima de la nuestra.
Era cerca de medianoche. Nuestro hijito se aferraba a la Hna. Bon-
foey, y entonces, con ambas manos, luchaba contra el aire, y con
terror gritaba: “¡No! ¡No!” Y se acercaba más aún a nosotros. Sa-
bíamos que éste era el esfuerzo de Satanás para molestarnos, y nos
arrodillamos en oración. Mi esposo reprendió el mal espíritu en el
nombre del Señor, y Edson se quedó tranquilamente dormido en los
brazos de la Hna. Bonfoey, y descansó bien toda la noche.
Entonces mi esposo fue atacado de nuevo. Sentía mucho dolor.
Me arrodillé al lado de su cama y rogué al Señor que fortaleciera